08 agosto, 2006

El sendero del monte


Tener que andar por donde nunca has andado, casi siempre en la oscuridad, buscando un llano que sabes que existe por algún lugar del monte... no es que me guste.
Este sendero está lleno de piedras, tierra suelta en las orillas y zarzas, maleza que a veces invade el trazado de años con osadía, como queriendo borrarlo. Y quizá no lo consigue porque hay bastante gente andando por esta ruta, eso sí, a distintas horas, en días diferentes. Quiero decir que no soy el único que trata de localizar el llano.
Mientras llega ese momento voy aprendiendo a buscar refugio cada noche, a dormir con cierta seguridad, sin miedo a los animales y a las ideas que no tienen casa.
Por aquí el camino no es siempre igual. He pasado lugares poco transitables, o peor aún, desanimadores, de los que te dan un empujón invisible para derribarte cuando te dejan sin ilusión y sin esperanza. Pero se han ido superando: todo consiste en detenerse, no aparentar prisa y fijar la atención en otro punto del paisaje, como dando a entender que la senda la va a hacer otro. Entonces me tomo un tiempo de descanso, repaso los éxitos de otras jornadas y cuando desbordo de gozo vuelvo a andar.

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