Me encantan esas comunicaciones, como decimos en la vida conventual, que llegan con bastante frecuencia hasta este escritorio. Son fórmulas de mensajería de relámpago con historias en su mayoría escalofriantes o solidarias, caritativas, humanas. Ya comprendo, por cuanto aquí vienen a quejarse sobre los malos usos de estos aparatos, que no todos esos cuentos llenos de fotos son precisamente de Perrault o Andersen, sino fruto de mentes asociadas al mismo demonio que buscan el intercambio de la sonrisa fácil, el chiste desvergonzado y un gran catálogo de ficticias sensualidades. A estos que me dicen cuánto les llega a su mesa les sugiero que desoigan y eliminen. Pero de los otros, de tan bonitas historias, como las más recientes aquí venidas sobre cosas de religión, de fe, imágenes de Nuestro Señor en estos días del final de la Pascua, de estos conviene incluso archivar y coleccionar láminas tan maravillosas.
Y un último bloque de historias con fotos son esos otros, simpáticos, ocurrentes, sin duda graciosos, con imágenes sorprendentes de arquitecturas, de humor, de jardines... De todo esto hay muestras que nos hablan, sobre todo, de la belleza creada en el mundo.
Entre las muchas personas que envían hasta este escritorio historias sensacionales o divertidas se encuentra una asidua comunicadora, creo que española, de nombre Enma. A ella le agradezco tal colección de lugares de este planeta, magníficos y siempre sorprendentes. Gracias.
17 mayo, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario