- Hola... me alegro de verte de nuevo.
- Gracias, P. Gracián. Sé que no es el momento. Habíamos quedado sobre las seis de la tarde, cualquier día, no precisamente en domingo.
- No, no precisamente en domingo. Un domingo y a esta hora... es casi el momento de ir al refectorio. La comida es a la 1,30. ¿Te quieres quedar? Hoy hablamos mientras comemos: es fiesta.
- Pues... no había... ¿De verdad me permite comer aquí, con ustedes?
- Bueno, no serías el primero que come aquí sin ser de la comunidad, jajaja. Claro que puedes comer con nosotros. Hoy y cualquier día puedes quedarte a comer. Incluso, puedes quedarte el día entero si sabes adaptarte a este tipo de vida.
- Uf, quizá sí. ¿Sabe una cosa? Me quedaré a comer. Hoy estoy solo.
- Buen día para venir aquí, entonces. Este lugar es para eremitas: monjes que acompañan al Señor en su soledad. Bienvenido y felicidades.
- ¿Felicidades?
- Te llamas Juan, ¿no? Es tu santo, no tu cumpleaños. ¿O también lo es?
- Sí. Ah.. no, quiero decir que sí, cierto. Es mi santo, vaya. Gracias. Sigo teniendo 39 hasta dentro de cuatro meses, jajaja.
- Estupendo.Yo sigo teniendo 72 hasta dentro de unos segundos porque cada vez me parece que cumplo años antes: la vida es un tobogán en cuanto llegas a los 30. Comprueba por ti mismo qué permiso te han pedido esos nueve que pasan de los 30 tuyos: ninguno, se han colado sin decirte nada y lo han hecho tan rápido que visitarás el 4 a la vuelta de la esquina.
Ahí están los lavabos. Te espero en dos minutos para la bendición de la mesa. Pero, una cosa: si eres capaz de aguantar hasta las seis, podré conversar contigo una hora. O quizá prefieras descansar, pasear, acompañarnos en la oración... luego me lo cuentas.
- Sí, creo que estaré aquí todo el día. Si no le importa.
- Me importa llegar puntual a comer. Es la hora, vamos.
- Gracias, P. Gracián. Sé que no es el momento. Habíamos quedado sobre las seis de la tarde, cualquier día, no precisamente en domingo.
- No, no precisamente en domingo. Un domingo y a esta hora... es casi el momento de ir al refectorio. La comida es a la 1,30. ¿Te quieres quedar? Hoy hablamos mientras comemos: es fiesta.
- Pues... no había... ¿De verdad me permite comer aquí, con ustedes?
- Bueno, no serías el primero que come aquí sin ser de la comunidad, jajaja. Claro que puedes comer con nosotros. Hoy y cualquier día puedes quedarte a comer. Incluso, puedes quedarte el día entero si sabes adaptarte a este tipo de vida.
- Uf, quizá sí. ¿Sabe una cosa? Me quedaré a comer. Hoy estoy solo.
- Buen día para venir aquí, entonces. Este lugar es para eremitas: monjes que acompañan al Señor en su soledad. Bienvenido y felicidades.
- ¿Felicidades?
- Te llamas Juan, ¿no? Es tu santo, no tu cumpleaños. ¿O también lo es?
- Sí. Ah.. no, quiero decir que sí, cierto. Es mi santo, vaya. Gracias. Sigo teniendo 39 hasta dentro de cuatro meses, jajaja.
- Estupendo.Yo sigo teniendo 72 hasta dentro de unos segundos porque cada vez me parece que cumplo años antes: la vida es un tobogán en cuanto llegas a los 30. Comprueba por ti mismo qué permiso te han pedido esos nueve que pasan de los 30 tuyos: ninguno, se han colado sin decirte nada y lo han hecho tan rápido que visitarás el 4 a la vuelta de la esquina.
Ahí están los lavabos. Te espero en dos minutos para la bendición de la mesa. Pero, una cosa: si eres capaz de aguantar hasta las seis, podré conversar contigo una hora. O quizá prefieras descansar, pasear, acompañarnos en la oración... luego me lo cuentas.
- Sí, creo que estaré aquí todo el día. Si no le importa.
- Me importa llegar puntual a comer. Es la hora, vamos.